Hoy inaguramos “El Rincón de Andres Muñoz”, que nos traslada a tiempos pasados y nostalgicos, a un rincon de nuestra querida Herrera, donde sus recuerdos infantiles y adolescentes nos traen el olor de tiempos pasados, de “molletes que van vajeando” ,de fotografias color sepia,y en blanco y negro. Recuperamos el archivo fotografico de Porras, que con tanto cariño conserva . A mi los escritos de Andres me hacen volver a las ” robonas” de los sabados por la mañana en la escuela, robonas compartidas con su hermano, donde escapabamos a los almendros del Camino Altos, o a espiar a la “Tobías”. La musica militar , las arengas cara al sol y brazo en alto de D. Jesús, director del colegio, siempre los sabados con camisa azul , y gafas oscuras,nunca nos supieron levantar… Huiamos en busca de la libertad, que sólo existía en nuestra imaginacion … Disfrútalo y compartelo

 


Cuanta historia tiene esta plaza, y cuanta lectura sentado en esos asientos y cuantos sentimientos y lágrimas hay derramadas por cada rincón…

Así que cuando vuelvo mis ojos y veo esta imagen, de esta plaza que ha contribuido a que yo fuera mejor, a que pudiese ver el mundo con un cristal diferente, a que mi sensibilidad se desarrollase de una manera más pura, más delicada, y más musical, en esos años alocados de mí adolescencia.

De una forma u otra esta plaza junto con mis amigos, en esa época ayudó íntimamente a mi educación interior, a que nuestro pudor se acrecentase hasta llegar a una intimidad brillante. Contribuyó a que pudiese valorar de una forma superlativa lo que valía un roce en la mano por una chica, una mirada, una sonrisa, un beso, y, todo de una forma tan pura, tan apasionada, tan espiritual, que aún hoy después de cuarenta años de casado, sigo, a veces furtivamente, mirando las pupilas de mi mujer. Vuelo a los años de mi adolescencia, de ese pasado, escuchando aquella música de aquella época como Janis Joplin, Jimi Hendrix, Los Módulos, etc.

Bueno es de rectificar, porque esta música la escuchaba más metido en mi juventud…En la época de mi adolescencia, la música que se escuchaba por entonces por la radio, que por cierto la radio era un lujo y cualquiera no lo podía tener, que era en mi caso. Y la televisión había en Herrera cuatro o cinco…Y lo que escuchaba por la radio era cuando jugaba con mis amigos por las calles, salían sus volúmenes desde los bares, barberías y de algunas casas con los balcones abiertos cuando las mujeres hacían sus limpiezas del hogar, se escuchaba flamenco que estaba de moda: Antonio Molina, Juanito Valderrama, Rafael Farina, Machín, Angelillo, Lola Flores, Marchena…etc.

En fin, todo se radiaba alrededor mío…y aprovechando en mi descanso después de jugar, me sentaba para leer un libro prestado de las Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer. Siempre me ha fascinado la lectura, pero en especial me encanta la poesía y Bécquer es uno de mis escritores favoritos, porque se expresaba con una facilidad excepcional con mucho romanticismo, me encanta… (Del salón en el ángulo oscuro…) quizás es de las más hermosa obra que tiene Bécquer, poca gente sabe apreciarla.

Así que todo se construía en esta plaza que me recuerda mi época de mi adolescencia y el sentimiento sublime de amar. Aunque todavía no era yo un hombre, pero yo pensaba y sentía el dolor, el amor, la tristeza el desamor… todo lo que el corazón humano siempre suele tener porque sentía de lo bueno y de lo mejor.

Para mí era necesario su lectura en esos momentos de mi vida y de sufrimiento, cuando yo tenía 14 años, y estaba en Estepa con mis padres, pero yo siempre bajaba a mi pueblo los fines de semana y me iba a esta plaza a madurar mis sentimientos. Me hacía evadir de un mundo irreal reflexionando sobre la fugacidad de la vida… y más de este mundo que ahora es tan matemático y carente de sensibilidad, donde frecuentemente lo más valioso pasa desapercibido. Cuando leo su lecturas siento que asciendo unos escalones desde los cuales veo la vida cotidiana que llevamos como un reloj, que marcando horas, no sabe a dónde va.

Reflexionar sobre mis propios sentimientos, porque, como bien sabemos, los sentimientos no cambian de una época a otra, y cuando tengo un cacao mental, de ideas y sentimientos, leo a Bécquer y consigo entender o simplemente sentirme acompañado en mi dolor.

Aprendí de él ser un amante de la vida y un amante de los buenos sentimientos. Y aprendí también que los sentimientos eran cosas muy sagradas; por lo tanto, en cada escritura mía yo le daba mucho valor, esa fuerza interna muy íntima y profunda.

También aprendí de la tristeza y de lo bello a la vez que me impresionaba, la melancolía tan clara, profunda y del sufrimiento más bello que se vive a causa del amor. Porque conocí lo que era el amor y entendí lo que sentía yo mismo cuando me enamoré por primera vez a través de su lectura.

Añoro la pérdida de la grandeza y sensibilidad de ese tiempo pasado. Y cuando cierro los ojos y viajo a través del tiempo, vivo el momento de mi primer amor,… En fin, el momento mágico del Romanticismo en todo su esplendor.

Aprendí también apreciar el lenguaje de la mirada, la pasión, el sufrimiento y sonrisa de toda mujer: Porque para mí la mujer ( siempre será hermosa).

Porque con ella he caminado por el sendero del amor y la pasión pura.

Gracias por la oportunidad de poder disfrutar con ustedes como un buen vino el poder saborear tan espléndidos recuerdos y más con ustedes amig@s. Y perdonarme si os he machacado un poco vuestra mente con mi historia porque ha sido real…Porque si mi sonrisa mostrara el fondo de mi alma, mucha gente al verme sonreír, lloraría conmigo. Ya sabéis lo que os quiero decir.

Y recuerden amig@s, si tenéis que amar, amar con todas vuestras fuerzas, con todo vuestro ser, y si todo parece ir mal, siguen amando, si no os comprenden, y si no os corresponde vuestro amor, aunque os desdeña, sea ingrata y os desgarra el corazón. No cejes, ama. Ámala siempre, en cualquier circunstancia. Ama el mundo. Ámate a ti mismo.

Saludos.

Andrés.