“MIRE, MI SEÑOR QUE NO ES UNA TORRE, SINO UNA CHIMENA”
Hay sentimientos que la razón, nunca, jamás, llega a entender. Los primeros años de nuestra infancia son claves para crear vínculos eternos. La infancia y adolescencia nos vinculan por vida con el pueblo donde hemos nacido (creo que es cursi y egocéntrico decir “la tierra que nos vio nacer”) y por cuyas calles y plazas hemos correteado.